El soterramiento de la Esgueva vs. el soterramiento ferroviario: una comparación desinformada y desafortunada
Más de una vez hemos escuchado (o leído) a los defensores a ultranza del soterramiento ferroviario en Valladolid que este era tan realizable como el “soterramiento” de los dos ramales del río Esgueva que antaño cruzaban la ciudad.
Tal comparación no deja de ser de trazo grueso y hasta absurda conociendo las verdaderas razones que originaron aquel soterramiento: Más aún teniendo en cuenta que nunca fue completado como tal y finalmente fue sustituido por una solución más práctica y realista, desviarlo al actual cauce. E incluso se puede dar la vuelta al argumento para demostrar lo contrario.
Esta historia no es corta, y más bien enrevesada (con muchos meandros, valga la gracia) y requiere tener en cuenta diversos temas de fondo y datos, de ahí que se preste a la retórica fácil antes que a una explicación adecuada. Si te interesa solo lo básico pasa al resumen final. Si no, sigue leyendo.
APROVECHANDO QUE LA ESGUEVA PASABA POR VALLADOLID…
A pesar de que actualmente Valladolid es conocida por propios y extraños como “la ciudad del Pisuerga”, en realidad ha sido el río Esgueva (o “la Esgueva”, siguiendo su género tradicional) el que ha definido la mayor parte de la historia de la ciudad, al menos hasta el siglo XX. Valladolid se asienta en lo que podríamos llamar el delta de la Esgueva (y sus desembocaduras), y nació en torno al ramal norte o interior, mientras que el ramal sur o exterior fue su frontera sur (siendo el río Pisuerga la norte).
El ramal norte venía del Prado de la Magdalena, atravesaba la actual calle Paraíso, pasaba junto a la Antigua y la Catedral, cruzaba la plaza de La Libertad, Cantarranas, fluía por debajo de Platerías, y bordeaba San Benito antes de acabar en el Pisuerga. El ramal sur está más difuso en el actual mapa: desde el mismo puente (el “encarnado”) que cruza ahora bajo la vía del tren, tenía extensas bifurcaciones en su paso por la plaza Vadillos, atravesaba la actual Circular (junto a la llamada Puerta de Tudela), Dos de Mayo, Miguel Íscar, plaza Zorrilla (ante otra de las principales puertas, la de Santiago), y desembocaba pasada la Rosaleda. Hay noticias de algún otro ramal hasta el final de la Edad Media, quizá solo un canal artificial.
Mapa de 1852, momento en el que habían comenzado las actuaciones del soterramiento en el ramal norte, todavía no muy distinguibles en el plano.
En todo caso no fueron causas urbanísticas las que llevaron a pensar en la necesidad de sumergir el río, sino sanitarias: era un foco de enfermedades, ya que ambos ramales, sobre todo el central, se usaban como cloaca. Sabemos que ya en el Renacimiento su agua no era potable, que se vertía todo lo que hoy en día llamaríamos “residuos orgánicos”, pero también aguas fecales, incluso residuos textiles (Los Tintes). En cualquier caso las cloacas y alcantarillas que había en otros puntos desembocaban en el río de la ciudad.
El problema de contaminación lo reflejan varios testimonios de la época - el más célebre y repetido el de Quevedo -, que hablan de la pestilencia constante de la ciudad, causado principalmente por el señalado “tratamiento de residuos”. Hasta es probable que el apelativo “Pucela” provenga de este hecho (aunque en épocas posteriores, quizá justamente la del soterramiento), como derivación de “pozuela”, olor a poza. Por triste que sea esa etimología…
Valladolid conoció el declive político y económico, y el consiguiente invierno demográfico en los siglos XVII y XVIII. Pero a partir del segundo tercio del XIX la ciudad comenzó a crecer por la inmigración venida del campo y el nacimiento de fábricas y comercios (lo que a su vez trajo más población). Acontece que con la mayor concentración de población - no traducida en una expansión más allá de los límites históricos entre ríos - la insalubridad de la Esgueva se convirtió en un problema fundamental de la ciudad. Alarmada por el estallido de una epidemia de cólera en Francia, la corporación municipal de 1846-1850 emprende el proyecto de soterrar el ramal central de la Esgueva.
HISTORIA DEL SOTERRAMIENTO DE LA ESGUEVA
El proyecto, desde la primera actuación en 1848, fue rápido en sus primeros años debido a la buena situación económica. Por cierto, para los dados a comparaciones: parte de la financiación vino de la venta de terrenos municipales.
El cubrimiento, consistía en el levantamiento de muros laterales de piedra que cerrarían finalmente en una bóveda de ladrillo, asentando un firme de tierra que formaría las nuevas calles. Estas actuaciones se produjeron a tramos, ya que cada zona planteaba problemáticas distintas, y distinto grado de prioridades.
Diseños de las bóvedas de cubrimiento del primer tramo entre San Benito y Platería (1848).
Impulsada por el éxito inicial la corporación aborda soterrar también el ramal sur (una zona bastante menos habitada entonces). El primer punto fue la zona de la Puerta del Campo (que podemos situar actualmente en el fin de la calle Santiago y la plaza Zorrilla), el área al sur del río más poblada y desde hacía siglos (pensemos en la Casa Cervantes). El tramo entre la puerta y el puente del Rastro se acometió en 1862, pero esa actuación fracasó por su dificultad, y no fue hasta dos años después cuando se acometió un definitivo intento, con notable éxito urbanístico, que tomaría el nombre de Miguel Íscar, alcalde que finalizó la obra.
1863. Mientras el ramal norte está muy avanzado (el único segmento extenso sin cubrir es Paraíso), se aprecian los primeros trabajos en el sur (en el Rastro, actual Miguel Iscar). La vía del tren (“Camino de Hierro”) tiene apenas tres años. El trazo azul oscuro de norte a sur no es ningún río, sino el “camino de las aguas” de Argales.
El proyecto comenzaba entonces a dar sus primeras señales de ralentización cuando la crisis económica de los años 1864/1866 marcó el principio del fin del proyecto. En el tramo norte aún se pudo contemplar el río en la actual calle Paraíso en los años 1880, el último que existió a ese lado de la ciudad, y algunos otros sectores no estuvieron urbanizados hasta incluso décadas después.
1863: obras en el Puente del Rastro (inicio de la futura calle Miguel Íscar). Se ve la Casa Cervantes a nivel de calle.
Solo dos tramos extensos se llegaron a completar, el citado de Miguel Íscar, y el de la actual plaza Caño Argales. Además, hubo dos cubrimientos parciales que ampliaban el paso de los puentes de Tudela (plaza Circular) y Niña Guapa (realmente en la actual Nicolás Salmerón). En la zona de Tenerías, al otro lado de la actual plaza Zorrilla (también históricamente poblada, y con varias fábricas) se llegó a iniciar el soterramiento, pero tuvo problemas iniciales y se abandonó cuando cambió la mentalidad respecto al proyecto, aunque finalmente se terminó en la década de 1890.
DEL SOTERRAMIENTO INACABADO AL DESVÍO
Fue en los años 1880, mientras continuaban las actuaciones que describíamos antes, cuando se dio un giro a la situación. La ciencia médica, tras las aportaciones de Pasteur y de Koch, empezaba a plantear batalla seria a las epidemias y enfermedades, y a incluir a las administraciones como pilar básico de esta lucha. Las corporaciones municipales de aquella época concibieron un ambicioso plan de saneamiento de la ciudad, que empezaba por crear una red moderna de alcantarillado, siguiendo modelos europeos.
Pero estaban los ramales de la Esgueva, ya en gran parte soterrados: esas corrientes que atravesaban parte de subsuelo pucelano seguían siendo aún una inmunda cloaca antes que un alcantarillado, porque estaban muy cerca de la superficie y no estaban canalizadas para ese fin. Y en todo caso los pozos negros y fosas donde los habitantes de la ciudad arrojaban sus residuos se situaban muy cerca de los ramales, lo que unido a la permeabilidad del suelo y al nivel freático hacía que se filtraran fácilmente. La insalubridad persistió, tan solo alejada unos centímetros respecto a tiempos pasados. Esto es: el soterramiento solo tapaba o mitigaba algo el problema, escondiendo la suciedad bajo la alfombra, pero no lo solucionaba. Los estudios médicos de la época confirmaban la correlación estadística entre la proximidad del río, soterrado o no, y las infecciones, que situaban a la Valladolid como la quinta ciudad española con mayor mortalidad en este tema, especialmente grave en el grupo infantil.
1890, el estado final del soterramiento. Vemos cómo el ramal norte se hace subterráneo al final del Prado de la Magdalena / Real de Burgos, y como en el sur apenas solo hay tres tramos significativos completos.
Además estaba el problema de las crecidas: aunque no llegaron a suceder a gran escala, y aun contando con las eficientes compuertas que se habían construido también bajo el proyecto de cubrimiento, se concebía como posible que ante grandes riadas el paso subterráneo de la Esgueva pudieran provocar graves daños a la ciudad. A lo que se sumaban las dificultades (incluyendo el gasto económico) de su mantenimiento cotidiano.
Todas esas razones llevaron al ayuntamiento a tener claro la necesidad de una solución distinta: el ingeniero madrileño Recaredo Uhagón propone ya en 1879 desviar el río a una canalización fuera de la ciudad y desecar los ramales a su paso por la urbe. Este ingeniero se encargaría de los planes generales de saneamiento de la ciudad, en todas sus diversas actuaciones: el abastecimiento de agua potable fue lo primero. El Proyecto de Saneamiento de 1890 creó la primera red moderna de alcantarillado (¡la segunda de España!) entre 1903 y 1912, y por fin el nuevo cauce de la Esgueva, obra realizada principalmente entre 1908 y 1910.
El ilustre ingeniero Recaredo Uhagón Vedia (1848 -1912)
Cabe preguntarse por qué Valladolid no ha dedicado una calle o plaza al insigne Recaredo Uhagón, cuyos diseños modernizaron e higienizaron la ciudad hasta el punto incuestionable de salvar vidas y mejorar la salud de sus ciudadanos…
Detalle de un mapa de 1911, en el que vemos el nuevo cauce para el desvío de la Esgueva, con los dos ramales antiguos aún presentes.
Finalizado el desvío aún pasarían unos años antes de que los ramales se extinguieran, y llegaron a convivir un tiempo: parte del ramal norte, en el Prado de la Magdalena, llegó a sobrevivir hasta los años 30 del siglo XX. El nuevo cauce aún vivió inundaciones significativas en los años 1920 y los 1930.
Es muy importante recalcar que los ramales de la Esgueva ya no trasportan agua desde hace un siglo. Se planificó que los tramos soterrados se rellenan de escombros y tierra, aunque esto no se completó tampoco y algunos segmentos permanecen aun hoy como pasajes subterráneos abovedados. Los tramos en superficie se drenaron, secaron y urbanizaron. Todo ello también en distintas fases y con diferentes soluciones.
En 1929 aún el ramal sur sigue fluyendo por la ciudad en una zona ya populosa.
Persiste sin embargo entre muchos vallisoletanos la leyenda urbana de que aún circula el río bajo la ciudad. Esto es rotundamente falso, aunque pueda existir agua estancada en algunos tramos como podemos ver en fotos más actuales (otros están claramente anegados en su totalidad). Esa agua se filtra de alcantarillas y/o lluvias, y solo un par de puntos están conectados con el alcantarillado moderno. Además, alguna tubería colectora fue construida décadas después dentro del cauce (caso de un tramo de Paraíso).De todos modos basta ver el mapa del cauce actual de la Esgueva para comprobar que no entra ninguna corriente del mismo a la ciudad.
DE SACAR EL RÍO DE LA CIUDAD A INTEGRARLO
La historia no acabó ahí: apartado al límite este de la ciudad, el río Esgueva sufrió cierto abandono en las siguientes décadas del siglo XX. A partir de la presión del aumento demográfico desde los años 50 la ciudad traspasa sus barreras al sur de la vía del ferrocarril y al este del río. Surgen entonces los nuevos barrios junto al nuevo cauce y más allá: Batallas, Victoria, San Pedro Regalado, La Pilarica, Belén…
Entonces la segunda solución, la del desvío, vuelve a quedar desvirtuada. Se impone entonces el hecho de que los vallisoletanos deben convivir con el río. Pero tocará esperar a los años 1990 para que se realicen las obras definitivas de encauzamiento, urbanización e integración con los barrios: Obras que contaron por cierto con las alegaciones de los vecinos, más o menos aceptadas, para dar más espacio al peatón antes que a los coches…
En resumen:
• El soterramiento de los ramales de la Esgueva a su paso de la ciudad se planeó fundamentalmente por cuestiones de salud pública, para reducir la propagación de enfermedades, además de para evitar las dañinas crecidas. No por movilidad urbana, por lo que no cabe la comparación con el soterramiento del tren.
• El proyecto como tal soterramiento jamás fue concluido. Sobre un mapa de finales del XIX, cuando ese abandono se produjo, podríamos constatar que el proyecto se realizó al 70% o menos. Sobre el mapa actual, esa cifra podría rondar menos de la mitad soterrado (teniendo en cuenta que el ramal norte llegaba descubierto hasta Real de Burgos, por ejemplo). Además fue un monumental dolor de cabeza para la ciudadanía: las actuaciones duraron medio siglo, y se hicieron de manera intermitente y lenta, interrumpidas por una crisis económica.
• Se renunció al soterramiento, que no cumplió con su función sanitaria, sustituido por otra solución más inteligente: desviar el cauce del río fuera de la ciudad. Aunque la canalización se hará finalmente de manera rápida y exitosa, se tardaron tres décadas desde la idea original (y 20 años desde el proyecto en firme) en realizarse, y aun otras dos décadas hasta que la nueva canalización fuera la única, y la Esgueva ya no pasara por la ciudad.
• Hay que recalcarlo: los antiguos ramales de la Esgueva no transcurren por la ciudad, no hay un río subterráneo bajo Valladolid. No existe un Esgueva soterrado ya. Existió, aunque incompleto, pero ya no existe como tal. A posteriori se puede calificar ese soterramiento como fallido cuando no inútil.
• Tampoco el desvío al nuevo cauce fue la solución definitiva, porque la ciudad creció junto y más allá de la Esgueva, lo que hizo necesarias finalmente obras de integración del río a su paso por los barrios.
• Por lo tanto, si cometemos el error de comparar el soterramiento de la Esgueva con el de las vías del tren, hagámoslo al menos bien informados: el soterramiento de los antiguos ramales se abandonó, y no cumplió además su función. Y se abandonó por el desvío que sacó al río de la ciudad. Finalmente, el nuevo cauce se vio rodeado por el crecimiento de la ciudad, y la solución última ha sido la integración.
Bibliografía:
Misiego,Jesús y Díaz-Caneja,José Ignacio (coords.): “Valladolid y el río Esgueva. Una historia de encuentros y desencuentros. Aproximación histórica y arqueológica al paso del cauce fluvial por la ciudad de Valladolid” [2019, Ayuntamiento de Valladolid]
Gigosos, Pablo: “La Esgueva soterrada”. “Conocer Valladolid 2010-2011”: IV Curso de Patrimonio cultural [2011, Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid]
Planos históricos, de la página web del Ayuntamiento de Valladolid:







